Al principio resulta para quien no conoce la navidad una cosa muy especial por lo exótico de las fiestas. Aquí en Suecia parece todavía más exótico por las condiciones climáticas, las nieves y el frío, las comidas y las tradiciones propias del lugar. Con el tiempo uno empieza a diferenciar entre las tradiciones y el significado religioso de la celebración. Las diferencias se marcan más en la descontrolada carrera de los regalos, tanto es así que quizás sería conveniente cambiarle el nombre a la celebración y darle el de regalidad para lo civil. Quizás se logre de esta forma preservar el nombre de navidad, o natividad, como referente a la fecha del nacimiento de Jesucristo y todo lo que esto significa en el contexto de iglesias.
Lo injusto en la sociedad no es que existan los ricos, sino los abandonados.
De esta fiesta son algunos los que se quedan fuera, los más marginados en la sociedad sueca, que son los vagabundos. Al menos los extranjeros tienen su lugar en la sociedad y disfrutan de los beneficios sociales, pero este grupo de personas, al que desembocan gentes de todos los estratos sociales suecos, no se les ubica en ningún lugar de la sociedad. Son los más expuestos ya que se le puede echar sin ninguna contemplación de los lugares públicos. Muchos de ellos no tienen más alternativa que dormir en las calles.
Es bueno que haya la abundancia material y es bueno que existan sociedades ricas, condenar la riqueza sería una falta a la razón. Pero uno no debe de dejar cuestionarse por qué existen gente abandonadas a su suerte. El cuestionamiento tiene que ser más intenso si existen hombres desdichados durmiendo en la calle. Más si es un país que presume de tener un fundamento socialista en donde por principio cada uno tienen por derecho acceso a la seguridad social. Y aun más cuando es un país que presume de una historia enraizada en el cristianismo.
Lo particular en el cristianismo, junto con que Dios se hiso hombre, es que compartió la suerte de los desdichados. Ya desde su nacimiento Jesús compartió las desgracias humanas con su familia. Él Dios cristiano conoció en su propia carne, a diferencia de otras religiones, las desdichas y el sufrimiento humano.
Quizá uno personalmente no pueda hacer mucho por cambiar la suerte de gente abandonada. Al menos uno cuando se acueste por la noche en su cama, en un lugar defendido de las inclemencias del tiempo, recuerde que a muchos le toca un poco más que joderse y dormir en la calle. Lo mismo que le pasó a Jesús el día de su nacimiento.
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