lunes, 12 de julio de 2010

Tomas Gustafsson: en Cuba lo que hace falta es “jama”

Tomas Gustafsson, escritor y periodista sueco hace reaparecer la situación cubana en la media sueca, nada más y nada menos que en un especial sobre la Isla titulado “Hungern styr kubaner” (El hambre rige sobre cubanos), publicado en la sección internacional del diario “Svenska Dagblade”, en su tirada del 11 de julio. El mismo viene acompañado con una serie de fotos de Ola Torkelsson.

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La realidad que se les impone a los cubanos se ve reflejada en los cinco testimonios que Gustafsson relata. Jorge Toledo le dedica un tiempo, en la bodega en que trabaja, al periodista escandinavo señalando la situación de los alimentos. La mayoría de la gente del barrio compra sus alimentos a principio de mes: algunas bolsas con arroz, frijoles y azúcar, un jabón y una caja de fósforos, aceite, algunos huevos y un cuarto de pollo al mes. Toledo afirma que así ha sido durante todo el tiempo, que no es mucho pero que es una gran ayuda para muchos.

Orlando Luís Pardo Lazo es bioquímico y vive con su novia y su mamá en Lawton, en La Habana, y para él no hay ninguna oportunidad de obtener trabajo en lo que ha estudiado. Sabe inglés gracias a sus estudios universitarios, y si tuviera el contacto necesario hubiera podido estar trabajando en el turismo, campo en que muchos universitarios cubanos trabajan. La mayoría de sus camaradas de estudios andan manejando taxis o detrás de un mostrador como camareros. El resuelve la situación trabajando como fotógrafo, la novia como dentista y por lo general solo tienen que comer arroz y pan.

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Detalle ,  la libreta de racionamiento.

Los cubanos más críticos, escribe Gustafsson, acostumbran a jaranear diciendo que lo único que ha logrado la revolución es la revolución sexual. En este contexto nos habla de dos jóvenes, Mercedes Díaz y Girasol Piedra, amigas que están todos los días juntas, cada una de ellas tiene una hija de cinco años, Aymey y Naomi. Gustafsson aparece en el cumpleaños de las niñas del que comenta que se baila un hit de salsa, las nenas toman refresco y las mamás sentadas disfrutan de un trago de ron. Las amigas trabajan en la industria alimenticia, tienen por eso acceso a alimentos, aunque Mercedes Díaz tiene que compartir su apartamento con su hermano y su familia.

Mariega Poey vive en la Habana Vieja y es una profunda creyente de la santería, y dice que hay que llevarse bien con todos los santos. Viuda y jubilada, se dedica a coser para la calle, pero en estos tiempos el dinero está perdido y no aparece mucha clientela.

El estado de la vivienda es el testimonio que da Robertico Fernandez, que vive en uno de los edificios del paseo del Malecón y trabaja como practico del puerto de la Habana. A pesar de su posición Robertico está obligado habitar una vivienda en donde la misma fachada muestra que ese edificio no puede servir de vivienda. Los balcones están apuntalados y las paredes rajadas aunque por dentro la casa da otra impresión ya que está pintada y arreglada. Robertico es leal con la revolución por eso puede tener el trabajo que tiene.

Al mismo tiempo Gustafsson se deja arrastrar un poco por el romanticismo con que se vio la revolución cubana en Suecia. En el pasado se pensaba que en Cuba se había logrado alcanzar la igualdad y que las gentes satisfacían sus necesidades mas elementarías con los productos que venían del estricto razonamiento. Serán pocos los cubanos que pudieron satisfacer sus necesidades con una camisa y un pantalón al año, y no hablar de la comida, las interminables colas, antes no era muy diferente.

Una cosa que hay que señalar en el artículo es que si bien se relata la suerte de estas personas, no se va el periodista demasiado a las causas. Deja solo entrever que el hambre y las necesidades que están pasando los cubanos vienen dadas por la caída de la Unión Soviética, y no tiene que ver con el sistema imperante en Cuba. Quizá quiera estar jugando con la cadena y no tocar al mono.

Otros datos de interés que vienen en el artículo de Gustafsson, muchos tienen almuerzo gratis en sus centros de trabajo, la medicina y la educación son gratis, la mayoría de los cubanos viven de gratis en sus casas, la electricidad, el teléfono y el transporte pública cuestan algunos pesos (refiriéndose a lo barato de esos servicios).

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