En Suecia y para que coincidiera con un día feriado se traspasó la festividad de Los Fieles Difuntos del miércoles 2 de noviembre para hoy sábado 5 de noviembre. Como todos los años una incontable multitud se vuelca sobre los cementerios del país nórdico a visitar a sus seres queridos que ya no están entre ellos.
Es un espectáculo impresionante y sobrecogedor lo de esta celebración, sobretodo si se piensa que los días en esta época del año se acortan considerablemente y son comunes las nieblas. Al mismo tiempo la tradición de encender cirios en las tumbas hace que las luces resplandezcan con más fuerzas en las tinieblas en que se ven sumidos los cementerios.
Los cementerios son lugares que sobrecogen a cualquiera, sobretodo cuando hasta el momento nadie ha podido dar una respuesta que se adecue a la razón humana de que es la muerte. Lo que si se ha tratado es de interpretar este incomprensible fenómeno, y en este intento encontramos dos importantes tendencias. Primeramente la que explica la muerte como un proceso natural en que las funciones del organismo vivo tienden a apagarse para dar paso otro proceso, el de descomposición del organismo que significa el cuerpo del ser humano.
La otra parte es la religiosa que explica que en el momento de la muerte hay una ruptura entre el cuerpo y el espíritu, y dicho espiritu viaja, si así puede decirse, a otra dimensión. Lo que pasa con el espiritu está en dependencia de cómo el hombre se haya comportado en la vida, si bien se le premia y es enviado a un lugar donde lo pasa bien, sino a donde lo pasa mal.
Orquesta del Ejercito de Salvación.
Esta última explicación aunque es la menos palpable, es la más extendida, existe en todas las religiones y en todas las culturas del planeta. En muchas de estas culturas existe la creencia de que se pueden crear canales de comunicación entre los vivos y los muertos. Quizás sea esto el principio de lo que llamamos religión, y de ahí se desarrollara a los grandes sistemas religiosos como los monoteístas: el Cristianismo, el Islam i el Judaísmo; además de el Hinduismo y el Budismo.
La muerte en sí es un fenómeno difícil de aceptar y comprender tanto por el que se va a morir y por aquellos cercanos a esa persona. Sobre todo puede crear desconcierto, sobre todo si es una persona joven o de la cual no se espera que se muera. La muerte no es sólo incomprensible a nivel intelectual, sino también emocional, el choque con la muerte llega a ser desgarrador y desolador.
Quizás esté en esto último que acabo de decir el sentido de por qué los seres humanos construimos cementerios, existen las tumbas y los rituales de los muertos. No es tanto por los muertos mismos sino por los vivos, que tratan de sublimizar aquello que no entienden y a lo que en último caso le cuesta entender como relacionarse.
Desde esta perspectiva se puede entender la tendencia de mucha gente de creer que habla con los espíritus. La complejidad del ser humano abre las puertas a la fantasía cuando los hechos son inexplicables para la razón. Y claro, de ahí a las ideas supertisiosas no hay mucho que caminar.
Estas ideas vienen tan enraizadas en el ser humano que ni aun los peores tiempos de la intransigencia comunista atea en Cuba se logró acabar con ella. Pienso en los años 70 y 80 del pasado siglo, cuando por encontrársele a un estudiante o trabajador un vaso de agua arriba de un escaparate o debajo de la cama era razón suficiente para acusarlo de tener ideas religiosas y expulsarlo de su centro de estudios o laboral.
Con todo el cruento control de las creencias de las gentes el gran escenario de los espíritus en Cuba nunca se vació. Así escuchaba uno de las casas de las gentes que consultaban, de los que veían aparecidos: mujeres vestidas de blanco, gitanas, esclavos que rodaban las cadenas en las casas de la Habana Vieja, la nobleza española que aun después de muertos caminaban entre sus viejas posesiones y mucho más seres que la lista se haría interminable.
El salón de espera en la iglesia de Solna
Todavía recuerdo el entierro de Lázaro Peña en la Habana en donde se movilizó a mucha gente de los centros de trabajo y estudios, incluido mi escuela primaria, en donde las maestras mías, revolucionarias intachables, se les vio como discretamente echaban monedas en la entrada del cementerio de Colón. Casualmente escuché el comentario entre dos de mi maestra, que siempre recordaré: “A esa señora hay que tratarla con mucho respeto”, refiriéndose a “la dueña del cementerio”.
La creencia en los espíritus conlleva muchos miedos que los mayores sin mucho esfuerzo trasladan a los niños. He tenido la oportunidad de escuchar testimonios de muchos cubanos que cuando niños tuvieron que experimentar lo traumático que significa un contexto familiar lleno de creencias en espíritus. Muchos de ellos inconcientemente han integrado ese mundo fantástico a visión de la vida.
El desafío mayor del ser humano en esta realidad material es tratar de llegar a conocer las cosas tal como son, la muerte está por su puesto incluida en ese desafío. La vía que tienen los seres humanos para llegar a la verdad pasa por la razón, y esto no es sólo una propuesta de los materialista o ateos, las grandes religiones de la humanidad sostienen que la razón se le está dada al ser humano para entender su realidad, inclusive a Dios.
Sea este día de los fieles difuntos un momento de reflexión sobre la propia existencia, y por su puesto la muerte. Quizás deba cambiarse la forma en que la cultura ve a la muerte, la razón más que los sentimientos revelan un fenómeno integrado a lo que llamamos vida. Al mismo tiempo estar más conciente de lo frágil que resulta la existencia humana cuando aparece de fondo el background de la muerte. En ese espíritu bien vale la pena la peregrinación hasta el cementerio en el día de los fieles difuntos.
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