El pasado 20 de octubre el mundo se conmocionaría con las imágenes de la captura del coronel Muamar el Gadafi, el mismo que por más de cuarenta años gobernara con puño de hierro a su país, Libia. La noticia se esparció, como es de esperar por las redes de Internet, y con ella un video tomado de un teléfono móvil. Los últimos momentos de Gadafi se materializaron en un brutal linchamiento sin apenas ropas, ensangrentado y suplicas de clemencia. Por si fuera poco, después de la brutal muerte Gadafi fue expuesto como trofeo de guerra en el refrigerador de un supermercado.
Tal como parece Muamar el Gadafi era un hombre que no despertaba mucha simpatía, se sirvió del terrorismo internacional, son conocidos los casos del diciembre de 1988 en donde hizo que detonara el vuelo de la Pan American World Airways con 259 civiles a bordo. Éste no será el único atentado espectacular, dos años antes morirían todos los pasajeros y la tripulación a bordo en un avión de Air India en otro acto terrorista perpetrado por Gadafi.
A los actos terroristas internacionales hay que sumarle las evidencias que han salido a la luz del sistema represivo libio. Cárceles secretas en donde se realizaban ejecuciones sumarias, además de servir de centros de torturas, en las que se actuaba con toda impunidad.
A través de sus cuarenta años en el poder no ha habido otra forma para identificar a Muamar el Gadafi como un gobernante sanguinario y cruel. Su actuación lo configura como el “malo” en la historia que se desarrolla, y este papel se confirma con la represión violenta a los que se rebelaron contra su régimen. Esto ha hecho que muchos vieran, sino con satisfacción, si legitimo que se le dieran tal tratamiento a Gadafi.
Matar al “malo” es sumarle otro mal al problema, no solucionarlo, la historia se desborda de ejemplos.
Al mismo tiempo, la muerte Muamar el Gadafi deja un sabor amargo en la victoria conquistada. Barac Obama, presidente de los EE.UU., lo deja ver en el programa de Jay Reno, en la cadena NBC, mostrando aparente desagrado por la forma en que se le trató a Gadafi después de capturado y su posterior muerte. Obama admitió que hubiera sido necesario tratar al Gadafi con cierto decoro, hasta después de muerto, aunque el mismo tenga sobre su conciencia terribles crímenes. Obama dijo también que lo sucedido con Gadafi es un mensaje a otros dictadores aunque expresó que no quiere ver a alguien acabar de tal forma .
La victoria de los rebeldes es un hecho en Libia y es motivo de alegría en cuanto a que el régimen de terror vivido bajo Gadafi es historia. Por otro lado dejan muchas interrogantes el tratamiento que los mismos rebeldes dieron a Gadafi. Una contestación es que Gadafi asume el papel del “malo” en el contexto libio y que por eso sería legítimo que se le dé el tratamiento al que se le expuso.
La cultura humana tiene muy bien definido el “malo”, éste se podría definir de la siguiente manera: Es sobre quien se personifica el mal. El ejemplo más claro es el Diablo, figura que aparece claramente definida en las tres religiones monoteístas. En la literatura, el teatro y el cine la figura del “malo” es una de las más importantes ya que es de principal importancia para desarrollar la trama. Si alguien tiene dudas sobre esto piense en que quedaría de la Biblia, el Corán, Blancanieves, el Conde de Montecristo, el Capital y el poema Abdala si la figura del “malo” o la “mala” respectivamente desaparecieran.
La cultura en general fundada en estas bases dualistas tiende a deshumanizar a quien se determina como el malo. Al malo al final de las historias se le trata sin ninguna conmiseración y se le expone a cualquier grado de violencia o desmedidos castigos. Desde pequeños se nos vienen indoctrinando en estos valores y una de las vías han sido precisamente los dibujos animados. Hay un ejemplo que ilustra lo que vengo describiendo y es el animado de Betty Boop “Be human” (¡Sé humano!). En el mismo se le impone un castigo exorbitante a un hombre que maltrata a los animales, al mismo tiempo que un tocadisco le dice: ¡Sé humano!
Otro ejemplo nos viene de los sistemas religiosos, entre ellos los monoteístas, los que nombre antes. Estos, basados en sus escrituras sagradas, pueden tratar sin ninguna consideración aquellos que consideren como herejes y los infieles, que serían los malos, los que se oponen o luchan en contra del bien infinito que representa la creencia.
En el caso de la muerte Gadafi podríamos estar presenciando los dos fenómenos, el secular y el religioso. Además reafirma que en Libia no ha ocurrido ningún cambio, al menos el de poder, pero el de forma de pensar.
Los jóvenes que se lanzaron sobre el agonizante Gadafi eran en la misma medida los verdugos y las victimas del sistema de Gadafi. El verdadero cambio consistiría en darle una oportunidad a la justicia y al respeto de los valores humanos, algo que no logró desembarcar en las playas de Libia. Sin embargo reinó el odio y la violencia en que seguramente estos jóvenes crecieron, y como consecuencia de esto no lograron estos jóvenes ver a la persona de Gadafi más allá de sus propios odios.
Esto no es un problema sólo de Libia, en países de Latinoamérica en donde en nombre de la justicia se trata a muchas personas de forma cruel y degradante. Es el caso de algunas comunidades indígenas en donde se le permite que se aplique las formas tradicionales de justicia.
Habrá que sacar una lección de lo sucedido con Gadafi, habrá que preguntarse en lo sucesivo que queremos decir cuando hablamos de cambio. Quizás cuando se hable de cambio no todos piensen en los mismo, pero ojala que la idea que se imponga sea la de un cambio de arquetipo. Cambiar la idea de que el mundo se divide en buenos y malos y que los buenos al final justifiquen tratar a los “malos” de una forma degradante.
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