El 20 de mayo pasado el Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana, y monseñor Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba sostuvieron un encuentro con el diferente cubano Raúl Castro para tratar temas entre otros como la situación de los presos de conciencia y políticos en las cárceles cubanas.
Este hecho tuvo una fuerte reacción en sectores del anticastrismo extremo tanto en Cuba como en Miami que acusaron a los dirigentes eclesiásticos de cómplices de la dictadura cubana. Aun cuando las conversaciones dieran como resultado que se levantara el acoso a las Damas de Blanco en sus peregrinaciones y se consumara el traslado de algunos de los presos a centros penitenciarios en las cercanías de sus lugares de residencia.
Es natural y no hay mucho problema para entender el conflicto entre la Iglesia y el Estado que se ha desarrollado en Cuba por más de 50 años. Pero, ¿cómo explicarnos el conflicto con los grupos del anticastrismo de línea dura que serían quizás los más cercanos desde un punto de vista de concepción de la vida a la misma Iglesia? ¿Dónde está el sitio en donde se rompe este punto de vista?
El estado cubano eligio convertirse en laico tempranamente en la historia, tras la constitución de 1940 el Estado y la Iglesia se separaba. Así Cuba se convertía en unos de los pocos países latinoamericanos “sin religión oficial”. Veinte años después daría un paso más adelante cuando se proclamaría el Estado ateo con el advenimiento de la Revolución.
La pregunta es la siguiente, ¿puede surgir un estado ateo de la nada? La respuesta es no, tuvo que existir una semilla de ateismo ya antes del advenimiento del sistema comunista en Cuba. La tesis de que Cuba estaba preparada para el ateismo que durante estos ha imperado ya desde antes del comunismo, es que la mayoría de la población aceptó esto. Si comparamos el fenómeno del ateismo en Cuba con otros países, digamos por ejemplo el antiguo Yemen Democrático, Afganistán y Polonia por ejemplo, podemos ver que el sistema comunista nunca pudo convertir a esos pueblos en ateos, y que ha sido gracias a la religión, para bien o para mal, que estos pueblos se han logrado sacudir del yugo del comunismo.
¿Por qué si la Iglesia en su esencia está destinada a la confrontación con la ideología comunista, acaba en conflicto con estas fuerzas anticomunistas? La fuente de esta disparidad está, entre otras en la concepción que se tiene del hombre y de la realidad, que si no llegan a ser contrarias estas concepciones entonces no llegan a ser de la misma forma.
Tomemos por ejemplo como se concibe la problemática de la libertad. Hay un puente que comunica tanto a los castristas como a los anticastristas y es el contenido que le dan al concepto de libertad. La especificación de la libertad es un objeto concreto en la realidad al que se puede alcanzar, se escucha muchas veces la conquista de la libertad como si la misma estuviera lo mismo que en La Habana, en Santiago de Cuba que en Miami, depende de la ideología con que se proyecte uno.
Por otra parte tenemos la concepción que tiene la Iglesia de la libertad, que se diferencia de la noción objetiva de la libertad. La misma no está emplazada en un punto de la realidad fuera del hombre, sino que forma parte constitutiva del hombre. Decir hombre es decir un ser que está creado necesariamente con la capacidad de realizar actos libres. La Iglesia dice también que Dios crea al hombre con libertad.
La libertad como objetiva en un punto de la realidad es el desafío teológico – filosófico más determinante que tiene la Iglesia del mundo post-moderno.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice: La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad.
Según la concepción de la Iglesia la libertad se vive solo en una comunidad humana. Robinson Crusoe nunca pudo vivir libre en su tiempo como naufrago solitario ya que la libertad nace de la relación con las demás personas. La actuación libre de un ser humano está en dependencia de la actuación libre de los demás seres humanos. El Catecismo dirá sobre esto: La libertad se ejercita en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona humana, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y responsable. Todo hombre debe prestar a cada cual el respeto al que éste tiene derecho. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana
Para la Iglesia la liberta intrínseca en el ser humano tiene un objetivo existencial, como dice también en el Catecismo: la libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios. En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia.
Cuando se tienen estas dos perspectivas delante de uno se puede, con claridad entender, el porque de la desavenencia del castrismo duro para con la Iglesia. Si apostamos por creer que la libertad depende de todos en la comunidad humana y es una relación que establecemos, claro está, como es el caso de la Iglesia, se tratará de buscar soluciones que beneficien a cada uno y a todos. Por eso la Iglesia busca la vía del dialogo y de la solución pacifica y que haya un cambio tanto desde dentro de la persona como desde dentro de la sociedad. Pero si sacamos la libertad fuera del hombre y se hace el esfuerzo mental de convertirla en un objeto en un punto de la realidad, entonces la libertad se convierte en un objeto que vale cualquier precio, incluso el de arrastrar vidas inocentes, por alcanzarla.
Está será uno de los desafíos que la Iglesia Católica en Cuba tenga que enfrentar, y no cabe duda que tendrá las mismas dimensiones que tuvo en su tiempo el desafío que le representó el ateismo. Siempre sabia la Iglesia no dejará, en un acto libre, de interceder por aquellos seres humanos privados de sus más elementales principios humanos, lanzados a las mazmorras precisamente por actuar con libertad. Aunque la Iglesia sabe que tiene que enfrentar la incomprensión y también la agresión de aquellos que han puesto la liberta sino en la Plaza de la Revolución entonces en el Restaurante Versailles.
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