Una década dejamos atrás llena de cuanto acontecimiento que ha despertado la atención de muchos. Para mí personalmente el final del ano y el final de la década, como tiempo al fin, tiene en sí un profundo significado espiritual y existencial. En el servicio religioso que participé ayer 31 de diciembre como acción de gracias por el año que pasó logré registrar alguna de las palabras del clérigo:
Gracias por el año pasado 2009. Hay mucho en nuestra vida personal, cuando miramos en las anotaciones que hemos hecho durante el año pasado hay mucho por lo que podemos dar gracias. Por su puesto que recordamos los momentos dolorosos, molestos y trabajosos pero la vida no es como la botella que está totalmente vacía o totalmente llena sino que está condicionada por lo que queramos ver en ella, o los dones o las faltas. Veamos atrás con una actitud de agradecimiento para poder ver los dones.
Hay dos momentos en este discurso que se fijaron en mi memoria y de los cuales trate de buscar una explicación ya que de ellos surgieron interrogantes, dar gracias es uno y el otro la problemática del tiempo que subyace en todo este embellecido discurso.
Dar gracias es quizás el más fácil de entender, dar gracias es reconocer que algo que recibimos es bueno y en la mayoría de los casos por la ayuda de una segunda persona, aunque se puede entender también como algo que recibimos que no lo merecemos o que no somos dueños.
El tiempo es el más problemático de explicar ya que hablar de medidas de tiempo, hora, día, semana, mes, año, nos lleva por caminos que nos alejan de lo que en realidad significa “tiempo”. Los primeros filósofos griegos consideraron al tiempo como el mecanismo que lleva a que todo vuelva a su punto de origen. Platón vio en el tiempo el reflejo móvil de la eternidad, la presencia que no pasa. Aristóteles consideró el tiempo como un antes y un después del movimiento, el tiempo y el movimiento entonces quedan fundidos y así sin el uno no se puede medir el otro.
La concepción teológica del tiempo expresa que el tiempo es creado por Dios y como creador no está sumido al antes y al después. Además está concepción asevera que hay una conexión entre el tiempo y la realidad, que son semejantes y sólo se diferencian en que en la eternidad todo es actual en un mismo momento y que no hay cambios, es decir tiempo.
El racionalismo examina el tiempo desde una novedosa perspectiva, Kant, por ejemplo, afirma el tiempo está indisolublemente ligado al espacio y que el hombre sólo lo puede considerar a través de la sensibilidad. Y que, tales son necesarias para que en principio se pueda tener una experiencia de algo aunque son subjetivas.
Más que dar gracias por el año que dejamos atrás pienso que es mejor dar gracias por obtener la visión de que el tiempo, más de señalarnos el paso de los años, o de los meses, o de las horas nos abre la ventana a la eternidad.
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