Uno de los momentos más sorprendentes del funeral de Fidel Castro fue el anuncio de su hermano Raúl Castro de, la propuesta legislativa que se presentará en el próximo periodo de sesiones de la Asamblea Nacional para rechazar cualquier manifestación de culto a la persona del Comandante. Teniendo en cuenta la insistencia del Comandante en que una vez fallecido nombre y su figura nunca fueran utilizados para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles u otros sitios públicos, ni erigidos en su memoria monumentos, bustos, estatuas y otras formas similares de tributo. Aquellos que no están ni ciegos ni sordos sienten un gran contraste entre las palabras de Raúl y todas las imágenes que hemos visto colgar de los edificios, en las calles y las plazas del país, junto con todas las consignas, algunas nuevas, tanto en Cuba como fuera de ella.
De aprobarse la ley, sería una acción caritativa de la Asamblea Nacional con el pueblo cubano. ¿Quién no espera se acabe la mirada constante, las palabras precisas y el rostro de perfeccionada rigidez que se ha soportado por casi 60 años? Pero, aprovechando seguramente los sentimientos y las oportunidades de una ocasión como esta, donde se puede anunciar la muerte del máximo líder y decretar nueve días de duelo nacional, han hecho caer un diluvio de propaganda que, deja al desnudo una vez más el culto que se ofrece a la personalidad del Comandante, sin el menor esfuerzo por disimularlo.
Ahora cabe bien preguntarse si Raúl cuando habla de esta propuesta a la Asamblea Nacional, se refiere a no usar el nombre de Fidel o su figura como objeto de culto. ¿Será que este discurso tiene otro significado que ese que las palabras mismas le pueden dar? Ya sabemos cómo es en Cuba, de la misma forma que hay que estar atento a si llegan las cosas a la bodega, la misma atención hay que tenerle a las palabras salidas de la tribuna socialista, no tanto por el contenido doctrinal que intentan dictar a las gentes, sino porque esas palabras bien interpretas hacen entender por dónde van a venir los palos que más tarde tienen reservado para el pueblo.
Poca es la intención de los gobernantes cubanos que se ve en los dirigentes cubanos de mantener la personalidad del Comandante fuera de todo acto de culto. Todo el funeral, en los días que duró, fue una alabanza a la figura del viejo comandante, primeramente la movilización de recursos y una masa de millones personas, que no parece sea una espontánea movilización popular: quien sino el estado tiene la capacidad de paralizar todo el país por nueve días, movilizar millones de personas para dos actos multitudinarios en las dos ciudades más importante de la Isla, La Habana y Santiago de Cuba, monopolizar la prensa con los detalles del evento, los carteles y fotos que a veces cubrían la fachada entera de edificios, entre otros.
No menos oportuna fue la marcha que realizó la cajita contenedora de las cenizas de Fidel Castro para una buena sección de culto castrista. Como es común en Cuba, un mar de gentes gracias a una movilización, de esas llamadas espontanea, y concentradas en los lados de los caminos, carreteras y calles de Cuba para convertirse en la masa despersonalizada que saluda “la cajita” andante. Fotos y más fotos del Comandante, de todos los tamaños, aferradas a los portales y ventanas, la única imagen posible, que llenan a los cubanos de luto ya que también se le niega el espacio a otras imágenes.
Si así fue monopolizado e espacio físico, pregúntese qué pudo quedar para el espacio virtual de la prensa. No creo que quedara una imagen mostrada o un sonido emitido en Cuba que no fuera Fidel Castro, para dar más de lo mismo de lo de siempre. Los cubanos tenemos que agradecer a la tecnología que no solo ayuda a comunicarnos, sino también romper la muralla de imágenes y consignas del Comandante. Es, quizá, por eso, que en la discreción de los hogares y los círculos de amigos el rigor de las imposiciones mediáticas no son la única imagen, ni la única voz. Un teléfono o un ordenador como la balsa que permite nadar fuera de la omnipresencia del Comandante.
Si bien a muchos de nosotros nos parece la movilización por el funeral del Comandante exagerada, no a los administradores del sistema castrista que, añadiendo una piedra más a la carga, han exigido del pueblo la lealtad al sistema por escrito. Imágenes difundidas muestran interminables filas de personas para entrar a los distintos lugares habilitados para rendir culto al Comandante, obligados a firmar un juramento oficial de fidelidad a la revolución. Esto significa que los cubanos tienen que por escrito afirmar y dar seguridad de que cumplirán con el concepto de revolución formulados por el mismo Fidel en el año 2000, como expresión de mantener vivas las ideas del mismo Comandante. Y ya de paso, por qué no, mantienen apuntalado un monumento al Comandante hecho de idea.
Todavía la parte de más horror queda por comentar, al paso de la cajita de las cenizas del Comandante se escuchaba a algunas gentes gritar: “Yo soy Fidel”. No dude que organizado por el mismo Comité Central del Partido Comunista de Cuba que impuso la firma del juramento. Las imágenes del paso de la cajita mostraban escenas delirantes, gente que parecían como que transferidos a una acción hipnótica que traía como efecto repetir a gritos mecánicamente “Yo soy Fidel”.
Tener una fórmula que se repite “Yo soy Fidel” no es para esperar que las cenizas de la cajita vuelvan a la vida, pero al menos, según en la creencia de los castristas, se puede mantener el monumento del recuerdo vivo. Para algunos jóvenes que en Cuba se sienten allegados emocionalmente al comandante, y aquellos que tienen necesidad concreta de demostrarlo, la ausencia del Comandante irá tomando forma en cada uno de ellos, en forma de un nuevo Fidel, cada vez que se piense en Cuba, esperando que a partir de la nada se cumpla un pronóstico de inmortalidad. Así se expresa un joven periodista del Granma, Sergio Alejandro Gómez, en su artículo “Fidel tomará forma en nosotros”, del 27 de noviembre pasado.
Si bien el Comandante, como dice Raúl en el discurso de Santiago de Cuba, sigue la máxima martiana de que la gloria de todo el mundo cabe en un grano de maíz, entonces, después de ver el espectáculo del funeral, habría que pensar que es verdad, pues para un grano de maíz ha dejado el comandante la gloria que no se ha podido coger. No será una forma de rendir culto a la persona del Comandante de una forma material concreta, como lo puede ser la fría, pesada, carente de sujeto y opresiva piedra del monumento funerario. Pero si un monumento que se alza del culto a la personalidad que se le tiene a alguien, cual sea el material que se use, tiene como objetivo hacer presente la personalidad de alguien y rendirle culto, ¿No es entonces el despliegue funerario del Comandante un monumento de culto a su personalidad?
Tal vez no nos sea difícil acertar con el verdadero significado de lo dicho por Raúl Castro y la intención que la decisión en la Asamblea. Al menos, cautelosamente advierte el sistema cubano que el culto a la persona de Fidel Castro se extenderá por el futuro, quizá no en formas de estatuas o de calles, plazas o pueblos que lleven su nombre, suponemos que apropiándose del espacio y el tiempo de los cubanos para ahogarnos con las mismas imágenes y palabras de siempre, como en el funeral del Comandante. Una aproximación es, también, que el sistema cubano, de manera institucional, quiera en las manos el monopolio doctrinal sobre la figura de su profeta y comandante, por quien la revolución se define. Menos fundada es una intención de desintoxicar la sociedad cubana del culto personal al Comandante, que significaría descastrizar de raíz a Cuba.